El 22 de febrero de 1923 llega en tren a Barcelona, procedente de su gira por Japón y Palestina, Albert Einstein acompañado por su segunda esposa: Elsa.
Cuando llegó a la Ciudad Condal, después de ser terriblemente mimado en Japón, se encontró con que nadie había ido a esperarlo a la estación así que la pareja cogió sus cosas y se fue a casa del científico Esteve Terradas, a quien tampoco encontró. Ante el panorama que se les presentaba el padre de la relatividad decidió dejar una nota a Terradas con la esperanza que le indicase en que hotel tenía que alojarse. Por suerte sabemos que finalmente Einstein consiguió encontrarse con sus anfitriones y se instaló en el hotel Colón y ya más tranquilo, suponemos, inició al día siguiente su visita a la ciudad con un apretado programa en el que se combinaban sin tregua las conferencias, las actividades varias y las excursiones.
Cuando Einstein visita Barcelona, gracias a la perseverancia del Institut d’Estudis Catalans entre otros, venía cargado de la fama y el prestigio que le había dado el premio Nóbel de Física, recibido en el año 1921 por sus investigaciones, y que le había impulsado a realizar numerosos viajes por el mundo siempre invitado por colegas científicos ávidos de compartir conocimientos.
Según el calendario oficial el 27 de febrero, un martes, Einstein llega a la Barceloneta para visitar la “Escola del Mar”, recién inaugurada en 1921, y que por aquel entonces era el buque insignia de la renovación de la enseñanza en la ciudad. Poco llega hasta nosotros de las impresiones del científico sobre la escuela o la Barceloneta pero si sabemos que volvió por la zona el día 28 para darse una vuelta en canoa por el puerto.
Las múltiples anécdotas nos cuentan que la tónica general en sus visitas fue el amplio reconocimiento hacia el científico por parte de los lugareños y sobretodo, extrañamente, por los niños. Quizás la explicación sería el seguimiento masivo por parte de la prensa de la visita que acabó dando gran popularidad a un científico que había descubierto una teoría que casi nadie entendía.
Si su presencia a nivel popular fue todo un acontecimiento entre la clase científica el éxito no fue menor. En la conferencia en la Reial Academia de Ciències i Arts de Barcelona, sobre las consecuencias filosóficas de la relatividad, todos los intelectuales de la época querían estar presentes. Einstein, que no hablaba español intentó hacer entender la dificultosa Teoría de la Relatividad en alemán pero no fue tarea fácil. Literatos, como Josep Mª de Sagarra, confesaban públicamente que no entendían nada afirmando al diario La Publicidad “He asistido a las conferencias de Einstein seguro de que no entendería nada de sus explicaciones, incluso con un poco de miedo de hacer el ridículo papel de dormirme...”
La visita a Barcelona acabó el día 28 y el científico alemán continuó su exitoso viaje hacia Madrid y Zaragoza. Quizás, aunque en sus diarios no lo dice, se llevó un poco de arena de nuestra playa en los zapatos, relativamente pocas playas tendrían probabilidades de decir eso.
Cuando llegó a la Ciudad Condal, después de ser terriblemente mimado en Japón, se encontró con que nadie había ido a esperarlo a la estación así que la pareja cogió sus cosas y se fue a casa del científico Esteve Terradas, a quien tampoco encontró. Ante el panorama que se les presentaba el padre de la relatividad decidió dejar una nota a Terradas con la esperanza que le indicase en que hotel tenía que alojarse. Por suerte sabemos que finalmente Einstein consiguió encontrarse con sus anfitriones y se instaló en el hotel Colón y ya más tranquilo, suponemos, inició al día siguiente su visita a la ciudad con un apretado programa en el que se combinaban sin tregua las conferencias, las actividades varias y las excursiones.
Cuando Einstein visita Barcelona, gracias a la perseverancia del Institut d’Estudis Catalans entre otros, venía cargado de la fama y el prestigio que le había dado el premio Nóbel de Física, recibido en el año 1921 por sus investigaciones, y que le había impulsado a realizar numerosos viajes por el mundo siempre invitado por colegas científicos ávidos de compartir conocimientos.
Según el calendario oficial el 27 de febrero, un martes, Einstein llega a la Barceloneta para visitar la “Escola del Mar”, recién inaugurada en 1921, y que por aquel entonces era el buque insignia de la renovación de la enseñanza en la ciudad. Poco llega hasta nosotros de las impresiones del científico sobre la escuela o la Barceloneta pero si sabemos que volvió por la zona el día 28 para darse una vuelta en canoa por el puerto.
Las múltiples anécdotas nos cuentan que la tónica general en sus visitas fue el amplio reconocimiento hacia el científico por parte de los lugareños y sobretodo, extrañamente, por los niños. Quizás la explicación sería el seguimiento masivo por parte de la prensa de la visita que acabó dando gran popularidad a un científico que había descubierto una teoría que casi nadie entendía.
Si su presencia a nivel popular fue todo un acontecimiento entre la clase científica el éxito no fue menor. En la conferencia en la Reial Academia de Ciències i Arts de Barcelona, sobre las consecuencias filosóficas de la relatividad, todos los intelectuales de la época querían estar presentes. Einstein, que no hablaba español intentó hacer entender la dificultosa Teoría de la Relatividad en alemán pero no fue tarea fácil. Literatos, como Josep Mª de Sagarra, confesaban públicamente que no entendían nada afirmando al diario La Publicidad “He asistido a las conferencias de Einstein seguro de que no entendería nada de sus explicaciones, incluso con un poco de miedo de hacer el ridículo papel de dormirme...”
La visita a Barcelona acabó el día 28 y el científico alemán continuó su exitoso viaje hacia Madrid y Zaragoza. Quizás, aunque en sus diarios no lo dice, se llevó un poco de arena de nuestra playa en los zapatos, relativamente pocas playas tendrían probabilidades de decir eso.
1 comentario:
Interesante.
Hace un tiempo vi un reportaje sobre el barrio, me parece que fue en el programa Thalassa, me gustó.
Un saludo.
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