El tan comentado cierre del Bar Emilio, que llevaba en activo como negocio casi medio siglo, nos invita a prestar nuestra atención a este singular espacio. En 1986 el Plan Especial de Reforma Interior, promovido por el Ayuntamiento de Barcelona, fomentaba la conservación de los elementos patrimoniales representativos del barrio, con características del setecientos y el ochocientos, considerando edificios de interés histórico preferente a todos aquellos que fuesen representativos de la arquitectura con rasgos originales del barrio, entre ellos el que nos ocupa.
La verdad es que los humanos tendemos a creer que dejaremos una huella imborrable pero no es así, sobretodo cuando los edificios desaparecen. Pocos sabrían que Lesseps vivió en la Barceloneta si el edificio dónde se alojó no existiese con su correspondiente placa explicativa.
Preservar la historia es complicado si no se deja la huella palpable de que algo ocurrió, y el patrimonio inmueble casi siempre sirve para recordar la historia y a los que la protagonizaron, sobre todo en Europa. La preservación de elementos arquitectónicos en ciudades como Barcelona es irregular y cada espacio que sobrevive tiene una gran lucha detrás. Para nosotros siempre sorprende llegar a países como EEUU y ver que, a falta de otros tesoros, conservan intactos grades espacios abiertos simplemente por el hecho de que allí transcurrió una importante batalla, la diferencia, imaginamos, es que su historia es relativamente corta y aquí siempre parece que vayamos sobrados de patrimonio.
Volvamos al Bar Emilio. Muchos son los comentarios que se oyen respecto al futuro de este edificio que indudablemente es muy atractivo, y no precisamente por ser el último que desde la calle del Mar hasta el Paseo Juan de Borbón conserva el perfil y la estructura de planta y piso original, eso, como nos comentaba alguien hace poco, lo convierte en más goloso todavía. Próximamente veremos en directo como funciona aquí la política de preservación.
La verdad es que los humanos tendemos a creer que dejaremos una huella imborrable pero no es así, sobretodo cuando los edificios desaparecen. Pocos sabrían que Lesseps vivió en la Barceloneta si el edificio dónde se alojó no existiese con su correspondiente placa explicativa.
Preservar la historia es complicado si no se deja la huella palpable de que algo ocurrió, y el patrimonio inmueble casi siempre sirve para recordar la historia y a los que la protagonizaron, sobre todo en Europa. La preservación de elementos arquitectónicos en ciudades como Barcelona es irregular y cada espacio que sobrevive tiene una gran lucha detrás. Para nosotros siempre sorprende llegar a países como EEUU y ver que, a falta de otros tesoros, conservan intactos grades espacios abiertos simplemente por el hecho de que allí transcurrió una importante batalla, la diferencia, imaginamos, es que su historia es relativamente corta y aquí siempre parece que vayamos sobrados de patrimonio.
Volvamos al Bar Emilio. Muchos son los comentarios que se oyen respecto al futuro de este edificio que indudablemente es muy atractivo, y no precisamente por ser el último que desde la calle del Mar hasta el Paseo Juan de Borbón conserva el perfil y la estructura de planta y piso original, eso, como nos comentaba alguien hace poco, lo convierte en más goloso todavía. Próximamente veremos en directo como funciona aquí la política de preservación.
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